6 de octubre de 2020

Hablemos del X PAR - NERVIO VAGO y de la Teoría polivagal



Texto del:

NERVIO VAGO SU PODER SANADOR
Técnicas para tratar la depresión, la ansiedad,
los traumas y otros problemas
De: Stanley Rosenberg


Dice STANLEY R., la teoría polivagal de Stephen Porges, sus
ideas ampliaron mi comprensión acerca de cómo funciona el sistema nervioso
autónomo, e inmediatamente tuve un mapa mejor.

El sistema nervioso autónomo constituye una parte integral
del sistema nervioso humano que controla y regula la actividad de los órganos
viscerales: el corazón, los pulmones, el hígado, la vesícula, el estómago, los
intestinos, los riñones y los órganos - sexuales. Determinados problemas en
cualquiera de estos órganos pueden estar causados por un desequilibrio del
sistema nervioso autónomo.
Antes de que apareciera la teoría polivagal, se daba por
hecho que el sistema nervioso autónomo funcionaba en dos estados: el estrés y
la relajación. La respuesta de estrés es un mecanismo de supervivencia que se
activa cuando nos sentimos amenazados y que moviliza nuestro cuerpo a
prepararse para luchar o huir.
 Así, en un estado de
estrés nuestros músculos están tensos, lo cual nos permite movernos más
rápidamente o tener más fuerza. Los órganos viscerales trabajan para sostener
este esfuerzo extraordinario que lleva a cabo nuestro sistema muscular.

Después de vencer en la lucha y neutralizar la amenaza, o
cuando nos hemos alejado lo suficiente para no estar ya en peligro, la
respuesta de relajación entra en acción. Permanecemos en este estado relajado
hasta que aparece una nueva amenaza. En la concepción antigua del sistema
nervioso autónomo, la relajación se caracterizaba por un estado de «descansa y
digiere», o de «aliméntate y procrea». Este estado se atribuía a la actividad
del nervio vago, también conocido como el décimo nervio craneal, que, como
todos los nervios craneales, parte del cerebro o el bulbo raquídeo. En esta
antigua interpretación, aceptada universalmente, nuestro sistema nervioso
autónomo oscilaba entre los estados de estrés y de relajación.
Sin embargo, los problemas surgen cuando nos quedamos
bloqueados en un estado de estrés incluso cuando la amenaza o el peligro han
pasado, quizá porque nuestro trabajo o estilo de vida es continuamente
estresante. Durante muchas décadas, el estrés crónico ha sido considerado como
un problema de salud; se ha dedicado una cantidad enorme de investigación
científica a comprender los efectos dañinos del estrés de larga duración.

Los intentos de tratar y gestionar el estrés crónico han
dado lugar a un amplio movimiento por parte de los profesionales de la salud,
que escribieron (y siguen escribiendo) un gran número de artículos populares
para el público en general en periódicos, revistas, libros y blogs. La
industria farmacéutica empezó también a producir una amplia gama de remedios
antiestrés que le han reportado jugosos beneficios, al dispararse el consumo de
estos medicamentos. Pero, a pesar de todos estos recursos, mucha gente sigue
pensando que no se la ha ayudado suficientemente. El estrés sigue estando muy
presente. Muchos piensan que nuestra sociedad es cada día más estresante y que,
como resultado, los individuos están más estresados.
Quizá el problema radique en que hemos estado utilizando el
mapa equivocado. Con el viejo concepto del sistema nervioso autónomo, todavía
no hemos sido capaces de encontrar métodos realmente efectivos para gestionar el
estrés.
Como casi todos los que trabajan en el mundo de la medicina
y en la escena de las terapias alternativas, yo compartía las ideas existentes
sobre el modo en que, según pensaba, funcionaba el sistema nervioso autónomo.
En mi práctica clínica diaria aplicaba mis conocimientos sobre el viejo modelo
de estrés/relajación de este sistema. El hecho de que mis tratamientos
funcionaran me servía de confirmación de que esta nueva concepción era
correcta.

Me complacía transmitir lo que había aprendido a los
estudiantes que querían adquirir las diversas habilidades en terapia corporal
que yo había estado utilizando con éxito. En todos mis cursos de terapia
corporal enseñaba el viejo modelo del funcionamiento del sistema nervioso
autónomo. Como mis clases se llenaban, fundé una escuela, el Stanley Rosenberg
Institute, en Silkeborg (Dinamarca). 
En 1993 invité a algunos de los terapeutas
a quienes había formado a que dieran algunos de los cursos introductorios, para
poderme concentrar en la enseñanza de los cursos más avanzados. Con el tiempo
otros profesores se hicieron cargo también de los cursos más avanzados.
La especialidad de nuestra escuela era la terapia
craneosacral, que tiene su origen en el trabajo de William Garner Sutherland
(1873-1954), un osteópata estadounidense fundador de la osteopatía en el campo
craneal. (En Estados Unidos, los osteópatas son licenciados; tienen la misma
formación básica y los mismos privilegios que los médicos). Mientras examinaba
huesos craneales secos en un laboratorio anatómico, Sutherland descubrió que
podía hacer coincidir los bordes en diente de sierra de dos huesos craneales
adyacentes, pero observó también la posibilidad de un ligero movimiento entre
esos dos huesos. En aquel tiempo la creencia era que si algo existía en la
naturaleza tenía que haber una razón para ello. Sutherland consideró que el
movimiento de los huesos facilitaba la circulación del líquido cefalorraquídeo,
y creó técnicas dentro de lo que se ha convertido en la terapia craneosacral.

EL MOVIMIENTO DE LOS HUESOS CRANEALES

Los huesos craneales se mantienen juntos gracias a un
sistema de membranas elásticas que permiten un ligero movimiento entre los
distintos huesos. Cuando Sutherland palpaba cuidadosamente los huesos del
cráneo de sus pacientes, podía percibir un ligero movimiento entre ellos.

Se dio cuenta de que el movimiento entre los huesos del
cráneo era reducido en muchos de sus pacientes que tenían afecciones causadas
por el sistema nervioso. Al liberar algunas de esas tensiones, observó que el
ligero movimiento de los huesos aumentaba. Esto le permitió ayudar a varios de
sus pacientes con problemas de salud muy diversos, que no habían obtenido
beneficio alguno con los tratamientos médicos o quirúrgicos habituales.
Mientras que los médicos tienden a prescribir fármacos para
tratar el estrés y otras afecciones, el enfoque craneosacral es una terapia
manual que se ha demostrado especialmente efectiva para mejorar el
funcionamiento del sistema nervioso. Puede reducir el estrés crónico, rebajar
tensiones del sistema muscular y aportar un mejor equilibrio al sistema
hormonal (endocrino). Sutherland desarrolló técnicas terapéuticas en tres
aspectos: liberar la tensión de las membranas, liberar las restricciones entre
los huesos craneales y mejorar el flujo del líquido cefalorraquídeo.

LA BARRERA ENTRE EL CEREBRO Y EL RESTO DEL CUERPO

Existe una estructura física compuesta de células
epiteliales que envuelven el cerebro y la médula espinal. Estas células forman
lo que se llama la barrera hematoencefálica.

La sangre no circula
directamente hasta las neuronas del cerebro y de la médula espinal. Por el
contrario, los tejidos de estas estructuras están rodeados de un líquido
cefalorraquídeo incoloro, que circula para aportar la nutrición necesaria a las
células del cerebro y de la médula y para llevarse los productos del
metabolismo celular antes de regresar a la sangre.

El líquido cefalorraquídeo se
encuentra en pequeñas cantidades en la sangre distribuido por todo el cuerpo,
pero es más fino que el resto de la sangre. No contiene glóbulos rojos ni
blancos, y contiene menos impurezas.
En el cerebro, el líquido cefalorraquídeo es filtrado fuera
de la sangre y circula a través del cráneo por los espacios que rodean el
cerebro y la médula. Tras efectuar su recorrido por la zona, regresa a las
venas yugulares, donde se une a la sangre que vuelve al corazón desde el resto
del cuerpo. Luego es impulsado de nuevo por el corazón y refrescado por los
pulmones y los riñones.
La aportación de sangre al bulbo raquídeo y a los nervios
que parten de él es crucial para el buen funcionamiento de los cinco nervios
craneales, necesario para el estado de la participación social, que incluye la
rama ventral del nervio vago.
Eliminar las restricciones a esta aportación de sangre es
básico para mejorar con éxito el funcionamiento de la rama ventral del nervio
vago y los otros cuatro nervios necesarios para socializar. Algunos de los
modos mejores de conseguirlo se hallan en el ámbito de la osteopatía
craneosacral.
Durante décadas, la formación craneosacral la impartían
exclusivamente médicos osteópatas, que limitaban el acceso a sus cursos a
osteópatas diplomados y a estudiantes matriculados en escuelas médicas
osteopáticas. Sin embargo, algunas de las disciplinas manuales acabaron
enseñándose a médicos no osteópatas y a estudiantes. Como muchas de esas
técnicas eran tan efectivas, se desarrolló un gran mercado entre los
practicantes de las terapias alternativas y complementarias.
Un osteópata estadounidense, John Upledger, rompió con la
tradición y empezó a enseñar las técnicas craneosacrales a no osteópatas. Gran
parte de su trabajo estaba enfocado en reducir la tensión en las membranas.
Fundó el Upledger Institute, donde hice el primer curso de terapia craneosacral
en 1983. Actualmente, la terapia craneosacral se ha hecho popular entre los
terapeutas alternativos de todo el mundo.
En 1995, después de haber estado trabajando con éxito con lo
que había aprendido en el Upledger Institute, pasé a estudiar con Alain Gehin,
un osteópata francés especializado en la terapia craneosacral biomecánica que
se concentraba en liberar la
tensión del tejido conectivo que abarcaba los huesos
craneales adyacentes, que de esa manera se podían mover más libremente. 3
Pocos años después asistí a cursos introductorios en la
terapia craneosacral biomecánica, que se centra en aumentar la circulación del
líquido cefalorraquídeo. Los tres planteamientos tienen la misma finalidad que
sostenía Sutherland: mejorar el funcionamiento del sistema craneosacral.

MI PRÁCTICA CLÍNICA

En mi propia consulta prefería la terapia craneosacral biomecánica,
que me recordaba mi trabajo con el Rolfing. Esta terapia es específica. Me
ayudó a encontrar los lugares exactos de las juntas craneales que habían de ser
liberadas y me facilitó más de ciento cincuenta técnicas para soltar estas
tensiones. Este potente enfoque a menudo restablece de manera efectiva el buen
funcionamiento de los nervios craneales en un breve periodo de tiempo.

En mi clínica, además de tratar a los clientes con la
terapia craneosacral, daba sesiones individuales de Rolfing, el cual equilibra
la miofascia (myo significa “músculo"; fascia hace referencia al
tejido conectivo). También ofrecía sesiones de masaje visceral para
mejorar el funcionamiento de los sistemas digestivo y respiratorio. Mientras
trabajaba con técnicas de estas diversas modalidades, observaba los cambios en
el sistema nervioso del cliente en cuanto al estrés y a la relajación en el curso
del tratamiento manual.

Mi trabajo con los pacientes tenía un éxito extraordinario.
Con el paso del tiempo aumentaba el número de personas que querían aprender mis
técnicas, y el Stanley Rosenberg Institute creció hasta emplear a doce
profesores que trabajaban a tiempo parcial. Los cursos se impartían en danés.
Solo en Dinamarca preparamos a varios cientos de estudiantes en varios años.
Estos terapeutas, a su vez, trataban a miles de pacientes. Mi reputación se
extendió más allá de las fronteras de Dinamarca y enseñé también en varios
otros países.

En nuestro currículo tenía un papel primordial la idea de la
función doble (estrés y relajación) del sistema nervioso autónomo. Enseñaba
este tema en mis clases de terapia craneosacral, masaje visceral y liberación
del tejido conectivo. Junto con el neurólogo estadounidense doctor Ronald
Lawrence incluso escribí un libro, Pain Relief with Osteomassage [Alivio del
dolor con osteomasaje), 4 sobre el alivio del dolor y el tratamiento manual, a
partir de esta interpretación del sistema nervioso autónomo.

Cuando asistí por primera vez a una conferencia de Stephen Porges en
la que habló sobre la teoría polivagal, en Baltimore en 2001, yo ya
había estado trabajando con éxito con terapias orientadas al cuerpo durante
casi treinta y cinco años. Sin embargo, la teoría de Porges coincidía con mis intereses y me daba una
visión completamente nueva sobre el sistema nervioso autónomo. Esto, a
su vez, me ofrecía un modo nuevo y más eficaz de ayudar a mis clientes.

La teoría polivagal de Porges significó un avance
revolucionario en mi comprensión del sistema nervioso autónomo. Según esta
teoría, cinco nervios craneales (NC) han de funcionar correctamente para
alcanzar el estado deseado de participación social. Estos cinco nervios son los
NC V, VII, IX, X y XI, y todos tienen su origen en el bulbo raquídeo.
Antes de escuchar la charla de Porges, había estudiado
anatomía con el profesor Patrick Coughlin, que nos enseñó sobre cada uno de los
doce nervios craneales, incluido el nervio vago (NC X), y sobre cómo evaluar su
funcionamiento.

Mi profesor craneosacral Alain Gehin para mejorar el funcionamiento de
los doce nervios craneales. En definitiva, estaba bien preparado para absorber
los conocimientos ofrecidos por la teoría polivagal. Adapté las técnicas que había aprendido
para abordar con éxito un amplio abanico de enfermedades desde este nuevo
paradigma.
Creo que casi cualquier persona puede aplicar
beneficiosamente la información y los ejercicios contenidos en este libro,
desde los principiantes hasta los terapeutas craneosacrales experimentados,
para mejorar el funcionamiento de los nervios craneales en sí mismos y en sus
pacientes, y para obtener alivio de muchos síntomas, afecciones y problemas de
salud desagradables, especialmente aquellos que han tenido un diagnóstico y una
curación difíciles.

LA NEUROLOGÍA DE LA PARTICIPACIÓN SOCIAL

Los nervios espinales nacen en el cerebro, constituyen una
parte de la médula espinal, salen de la médula entre dos vértebras adyacentes y
luego van a distintas zonas del organismo. Un nervio espinal es un nervio
mixto, que transporta señales motoras, sensoriales y autónomas entre la médula
y las zonas correspondientes del cuerpo.
Algunas de las fibras de los nervios espinales se entretejen
para crear la cadena simpática, que sigue a lo largo de la columna desde la
vértebra T1 hasta la L2 (la T1 es la primera vértebra torácica y la L2 es la
segunda vértebra lumbar). Esta cadena lleva el peso de la actividad de los
órganos y músculos internos cuando la respuesta de «lucha o huida» se activa en
la persona a causa de una amenaza de peligro.
Los nervios craneales, excepto el I (olfativo) y el II
(óptico), parten del bulbo raquídeo, situado en la base del cerebro.

Luego se dirigen hacia varias estructuras tanto del cráneo
como del resto del cuerpo. Algunos nervios craneales, por ejemplo, inervan los músculos de la
expresión facial, mientras que otros van al corazón, a los pulmones, al
estómago y a otros órganos implicados en la digestión. Algunos nervios
craneales van a los músculos que mueven los ojos, mientras que otros conectan
con las células de la nariz para facilitar el sentido del olfato.
Según la teoría polivagal, cuando una persona se siente segura -no
amenazada o en peligro, y, además, su cuerpo está sano y funciona bien, puede
disfrutar de un estado fisiológico que respalda las conductas de participación
social espontánea. Desde el punto de vista neurológico, la participación social
es un estado basado en la actividad de cinco nervios craneales: el segmento
ventral del nervio vago (NC X) y vías dentro de los NC V, VII, IX
y XI.

Cuando estos cinco nervios funcionan juntos de manera
correcta, su actividad respalda un estado que permite la interacción social, la
comunicación y conductas autocalmantes apropiadas. Cuando participamos
socialmente, podemos experimentar sensaciones de amor y amistad. Y cuando
miembros individuales de un grupo pueden reunirse y cooperar
con otros, mejoran las posibilidades de cada uno de
sobrevivir.

Otros valores inherentes se derivan de la participación social:
nos unimos entre nosotros, desarrollamos amistades y disfrutamos de las
relaciones sexuales íntimas; nos comunicamos, hablamos unos con otros, nos
preocupamos por los demás, trabajamos juntos, criamos a nuestras familias,
contamos historias, hacemos deporte y cantamos, bailamos y nos divertimos.
Disfrutamos sentados alrededor de una mesa compartiendo una comida o una bebida
con amigos y seres queridos. 
La participación social se manifiesta cuando un
padre o una madre lleva a su hijo a dormir, se tiende a su lado y le lee un
libro o le cuenta una historia hasta que se duerme, o en el momento intimo que
experimentan dos amantes acostados muy juntos después de haber hecho el amor.
Estas son algunas de las experiencias importantes que nos hacen ser humanos.

La interacción social no está reservada a nuestra relación
con otras personas. Amamos a nuestras mascotas, las alimentamos y damos paseos
con nuestros perros. A menudo les hablamos, y estamos seguros de que entienden
lo que les decimos. Cuando nos corresponden con manifestaciones de afecto, nos
sentimos felices. Casi todos reconocemos estas actividades, experiencias y
cualidades que surgen del estado de participación social. Sin embargo, estos
tipos de actividades e interacciones no están descritos ni explicados en el
viejo modelo del sistema nervioso autónomo.

El hecho de estar con otros de manera positiva no solo se ve
facilitado por el circuito de participación social del sistema nervioso
autónomo; las experiencias positivas con otros también nos ayudan a regular
este sistema nervioso. Cuando estamos junto con otras personas que participan
en la sociedad, nos sentimos mejor.
Por otra parte, cuando no tenemos suficiente interacción social con
los demás, es fácil que nos sintamos estresados, deprimidos, asociales o
incluso antisociales.

Esta nueva comprensión de las múltiples funciones de los
nervios craneales, y en especial su conexión con el estado de participación
social, me permitió ayudar a más gente en relación con un abanico de problemas
de salud todavía más amplio. Lo único que tenía que hacer era determinar si
estos cinco nervios craneales funcionaban bien y, en caso contrario, utilizar
una técnica para mejorar su funcionamiento.
Esto me permitió tener todavía más éxito en mi consulta y
tratar afecciones intratables, tales como las jaquecas, la depresión, la
fibromialgia, la EPOC, el estrés postraumático, la posición avanzada de la
cabeza y problemas de cuello y espalda, entre otros.

Este libro es una introducción a la teoría y práctica de la
sanación polivagal. Después de describir las estructuras neurológicas básicas, detallaré
una lista de algunos de los problemas físicos, psicológicos y sociales causados
por las disfunciones de estos cinco nervios craneales.

De acuerdo con la teoría polivagal, el sistema nervioso
autónomo tiene otras dos funciones además de las de la rama ventral del nervio
vago: la actividad de la rama dorsal del nervio vago y la actividad simpática
de la cadena espinal. Esta (poli) naturaleza múltiple del nervio vago es
la que da el nombre a la teoría.

Las diferencias entre las funciones de las ramas ventral y
dorsal del nervio vago tienen profundas implicaciones para la salud conductual
y física y la sanación. A lo largo del libro propongo un nuevo enfoque que
incluye ejercicios de autoayuda y técnicas terapéuticas manuales sencillas de
aprender y fáciles de aplicar. Confío en que este conocimiento seguirá
extendiéndose y permitirá que mucha más gente pueda ayudarse a sí misma y a
otros.

CÓMO RESTABLECER LA PARTICIPACIÓN SOCIAL

Podrán conocer una amplia serie de ejercicios de autoayuda
fáciles de aprender y de realizar, y técnicas manuales que deberían permitirles
mejorar el funcionamiento de estos cinco nervios en ellos mismos y en otras
personas. Para desarrollar estas técnicas he utilizado los principios en los
que se basa el trabajo de Alain Gehin.

Los ejercicios y las técnicas restablecen la flexibilidad
del funcionamiento del sistema nervioso autónomo. Pueden ayudar a eliminar las
consecuencias generales adversas del estrés crónico, que surge de la
sobrestimulación de la cadena simpática espinal, y la conducta y el
retraimiento depresivos, que surgen de la actividad del circuito vagal dorsal.
Los ejercicios no son invasivos y no implican medicina o cirugía. La mejora de
la funcionalidad del nervio vago ventral producida por los ejercicios ayuda a
regular los órganos viscerales implicados en la respiración, la digestión, la
eliminación y la función sexual.

He puesto a prueba los ejercicios con más de un centenar de
pacientes en mi clínica antes de introducir las técnicas en grupos supervisados
exhaustivamente en mis clases y conferencias. Mi conclusión ha sido que mi
nuevo enfoque, en el que he utilizado los ejercicios que presento en este
libro, mejorará la salud de la mayor parte de las personas que lo utilicen y su
capacidad de participación social. Los efectos positivos pueden prolongarse
durante un periodo de tiempo sorprendentemente largo.
Sin embargo, la vida es un desafío y nada es permanente. Si
bien nuestra finalidad es ayudar a hacer más resiliente el sistema nervioso
autónomo, la participación social no es una condición definitiva. Y tampoco
podemos impedir siempre enfrentarnos a circunstancias amenazadoras o a
situaciones peligrosas.

El cuerpo, el sistema nervioso y las emociones se adaptan
continuamente para ayudarnos a responder a condiciones cambiantes. Si estamos
amenazados o frente a un peligro físico o emocional, es apropiado que nuestro
sistema nervioso autónomo responda fisiológicamente con un estado temporal de
actividad simpática en la cadena espinal o con actividad vagal dorsal. Estos
cambios nos ayudan a sobrevivir. En cuanto la amenaza o el peligro reales han
pasado, lo mejor es que podamos volver a un estado de participación social. Sin
embargo, considerando que nada en el cuerpo dura para siempre, el sistema
nervioso puede deslizarse desde un estado de participación social a un estado
de actividad de la cadena simpática espinal o del circuito vagal dorsal. En
este caso, la repetición de los ejercicios debería restablecer rápidamente la
función vagal ventral y dejar a la persona otra vez en un estado socialmente
participativo. Puede ser necesario repetir estos ejercicios o técnicas de vez
en cuando o con regularidad.

Los efectos positivos son acumulativos. Nuestro sistema
nervioso autónomo se vuelve más resiliente cada vez que podemos restablecer el
estado de participación social después de la activación de la cadena simpática
espinal o la rama dorsal del nervio vago. Se puede hacer utilizando el
ejercicio básico, una técnica de autoayuda muy sencilla. Nuestro objetivo a
largo plazo es alentar al sistema nervioso autónomo a que regrese de manera
natural, por su cuenta, de un estado de estrés (activación simpática espinal) o
depresión (actividad del circuito vagal dorsal) a un estado de participación
social, en cuanto las condiciones cambien a mejor y volvamos a sentirnos
seguros física y emocionalmente.
Las técnicas y ejercicios ayudan a mejorar el movimiento de
la cabeza, el cuello y los hombros, y a corregir algunos de los problemas
posturales y funcionales que atribuimos al envejecimiento: la postura hacia
delante de la cabeza, la cifosis), la parte inferior de la espalda plana, la
capacidad respiratoria reducida, etc. Cada vez que se utilicen las técnicas se notará
una mejoría.