19 de julio de 2012

De la periferia al núcleo, del sí-mismo a los otros.

El presente trabajo fue presentado en el “Encontro Paranaense, Congreso
Brasileiro, Convivencia Brasil/Latinoamérica, organizado por el Centro
Reichiano de la ciudad de Curitiba, Brasil, y que se realizó en esa misma
ciudad del 22 al 24 de mayo del 2008.

Lic. Ana Krsul Lic. Liliana Dosoretz
Resumen:
“El espíritu de esta presentación tiene que ver con la propuesta de un viaje que
permita alojar al propio self, abriendo canales de conexión con los otros y con
el mundo externo.
En estas épocas de rupturas y quiebres narcisistas, proponemos trabajar desde
la conexión con espacios más profundos y esenciales del ser, en comunión con
los otros como facilitadores de procesos internos de contacto y percepción.
Intentamos construir un camino de ser autentico y verdadero, enfocado a
respetar los propios ritmos, las pulsaciones internas, para accionar desde
sensaciones y sentimientos regulados y entonados con el mundo externo y así
propiciar un modo más parecido a una danza suave que a la lucha en la
guerra”.
El título de esta presentación es a la vez esencia y dirección de nuestro trabajo.
Surge de la observación clínica de un sinnúmero de pacientes, de un modo de
trabajo primero desarrollado y enraizado en nosotras mismas y de nuestra
profunda convicción de la necesidad de organizar creativamente múltiples
herramientas con las cuales contamos.
Venimos de una formación bioenergética clásica, en donde el primer modelo de
trabajo clínico estaba basado en la idea de un yo instintivo siempre en lucha
contra un mundo exterior que podía arrasarlo, aplastarlo, inhibirlo, reprimirlo
(Reich, 1993) (Lowen, 1988, 1993). En los últimos años hemos incluido el
concepto de self en la comprensión teórica y clínica del paciente.
Comprendemos el self como: “una continuidad psico-corporal”…”Como
interfase entre lo biológico y lo social”… ”Como un conjunto de funciones
cointegradas entre sí”… (Guy Tonella, 2000).
El modo de abordaje para las patologías del self (como diferenciadas al
concepto clásico de “estructura de carácter) requirieron de la construcción de
un modelo de relación terapéutica que colocó en un sitio central la “implicación
ínter subjetiva del terapeuta” dándole al vínculo una especial fuerza de curación
(es en el vínculo del terapeuta con el paciente que hemos de desbloquear lo
inhibido; recuperar lo detenido para integrarlo a la fuerza vital; construir lo no
construido, etc.).
Nuestra propia preocupación por un abordaje que fuera superador de “el
trabajo uno a uno con pacientes individuales” nos condujo a crear un
dispositivo de trabajo grupal, que integrara lo clásico y lo novedoso del
encuadre bioenergético más una mirada espiritual sobre la relación de la
persona con su realidad (propia y circundante).
Tomando la idea de la periferia al núcleo, uno de nuestros objetivos es crear un
espacio de trabajo comparado al de un útero materno. Un ambiente que sea
facilitador, con paredes permeables pero firmes, que permitan el intercambio
con el exterior y a su vez reciban sin rechazo los impulsos vitales que surgen
del núcleo, de lo más profundo del ser (es decir del verdadero self).
Ese ambiente que facilita es para nosotros el grupo, como lugar que produce
un efecto multiplicador de las experiencias vitales más primarias.
El grupo es un espacio-útero que contiene, aloja, alimenta, hace crecer, etc, y
también un dispositivo de multiplicación y amplificación de lo propio en
resonancia con lo ajeno. Así vamos tejiendo una red energética, donde los
extremos del propio cuerpo y el contacto con los otros, son como manos que se
unen para crear y recrear viejas experiencias dolorosas y/o traumáticas en un
ambiente que permita imprimir nuevas huellas más amorosas, que habiliten la
expresión más libre y espontánea de los propios sentimientos, sin juicios de
valor ni críticas.
En este punto traemos a nuestro querido Winnicott cuando dice: “la tarea del
infante es la de habitar su propio cuerpo. Y puede hacerlo cuando el medio le
ofrece un sustento adecuado de nutrición y cuidado y no le exige recurrir de
manera prematura a sus propios recursos psíquicos aun inmaduros para
proveerse de seguridad para la supervivencia”. (Winnicott, 1989).
Metafóricamente hablando, “el infante” es equivalente de cada persona que se
acerca al trabajo buscando resolver viejos dolores y
“el medio” es equivalente del grupo.
Desde los orígenes de la vida humana el vínculo cumple un papel primordial en
el desarrollo de la persona. Por ejemplo, la manera en que somos alojados en
el útero materno imprime huellas esenciales que determinaran en gran parte el
modo de relacionarnos con el mundo externo.
En este punto de partida los vínculos primarios representan la base y la materia
prima de lo que en psicología llamamos el yo. (Tonella, 2000)
Todos en nuestra experiencia de vida atravesamos situaciones en donde
nuestro yo más esencial (verdadero self) no pudo expandirse y expresarse
como lo hubiéramos deseado. Así fuimos armando corazas, bloqueos
musculares, bloqueos energéticos que achican la experiencia de ser nosotros
mismos.
En el trabajo que proponemos “el otro” es una pieza fundamental, es quien va a
mostrarnos a cada instante, la hoja de ruta a seguir. Es con quien vamos a
poder plasmar las experiencias de ensayo y error hasta llegar lentamente a
encontrar los puntos justos de funcionamiento para cada uno.
Este ”otro” es quien nos va a enfrentar con los lugares personales en los que
estamos detenidos, y también quien dará permiso a abrir algunas cortinas que
por estar demasiado cerradas no nos permiten ver toda la luz y abundancia que
si hay.
Es desde ésta mirada de quiénes y cómo somos que proponemos un trabajo
en conjunto, de encuentro y contacto con uno mismo y con otros, para poder
dar un paso más en la tarea cotidiana de convertirnos en personas. Sobre esta
forma de pensar lo vincular es también posible construir nuevas experiencias
relacionales que animen expresiones de confianza y seguridad. Barbara
Brennan en su libro “Manos que curan” (Brennan, 1987) habla de la necesidad
de cada uno de amar y conectarse con otros seres humanos para nutrirse de
ellos, como algo opuesto a la experiencia de lo bloqueado y cerrado que aísla y
confunde.
Entendemos que toda esta práctica debe estar enraizada en la profunda
convicción y confianza desde la coordinación que éste es un camino posible.
Que más allá de los avatares (defensas y resistencias) que aparezcan en este
ambicioso tránsito, siempre existen como base de sostén, la confianza en el
proceso vital orgánico, en lo interelacional, y en la presencia energética más
amplia, vale decir, la apertura a niveles más elevados de conciencia que
conectan con el campo espiritual. Así la persona alejada de un ambiente
ansiógeno y enraizada en uno de confianza y seguridad, desatará los nudos y
bloqueos existentes para que la energía pulse y fluya libremente al servicio de
la integración, primero con uno mismo y luego con los otros.
Quisiéramos adelantar algo sobre el trabajo metodológico: en la primera fase
se trata de que el trabajo corporal sutil o de mayor movilización emocional
(respiración, trabajo corporal con bioenergética, meditación, visualización)
conduzca a un registro personal interno de movimientos pulsátiles, sensaciones
o emociones, para luego ser compartido en un ambiente de valoración y de
respeto por cada individualidad. En esta fase del trabajo, la tarea de la
coordinación es la de sostener y acompañar el relato personal de cada
experiencia acercando aquellas “percepciones” o “registros” que hayan podido
quedar como “invisibles” para cada integrante. Así se va armando un relato
propio que impacta en cada uno abriendo posibilidades de resonancias
multiplicadoras. Inicialmente hay dos dimensiones de trabajo: la corporal –
emocional – sensitiva y la del relato compartido, que van tejiendo una matriz de
identificaciones por semejanzas o por oposiciones, que funcionarán como útero
receptivo de cada individualidad, sin juicios y sin críticas. Esa matriz va a dar la
base para una profundización del trabajo hacia otra dimensión más sutil: la
apertura del propio campo de intuición ya no solamente de una realidad interna
(de la periferia al núcleo) sino de realidades externas (del núcleo recuperado,
reconstruido, revalorizado, a la periferia).
En esta fase, el trabajo se centra más en la posibilidad de construir una
inteligencia más intuitiva y sensible, y en el reconocimiento, valoración y
expansión de todo lo que pueda aparecer como recurso propio.
Deseamos tener la oportunidad de discutir más en profundidad cada uno de los
puntos que han quedado aquí planteados, compartiendo ejemplos prácticos de
nuestro trabajo con el grupo, así como acercarles un poco de la experiencia del
trabajo grupal, en el espacio de trabajo vivencial que tenemos organizado
dentro de este Congreso.
Referencias bibliográficas:
- Reich Wilhelm: Análisis del Carácter - Ed. Paidos 1993
- Lowen Alexander: El lenguaje del cuerpo, Ed. Herder 1988
- Bioenergética, Ed. Diana 1993
- Hilton Robert: La pasión y la persona, Reich encuentra a
Winnicott The Clinical Journal for Bioenergetic Analysis – Vol 10 1999
- Tonella Guy: El sí mismo interactivo, The Clinical Journal for Bioenergetic
Analysis Vol 11, 2000.
- Winnicott Donald: Exploraciones Psicoanalíticas, Ed. Paidos 1989

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