19 de enero de 2012

Análisis Bioenergético: un camino ideal para la expansión del self (si mismo)

El presente trabajo fue presentado en la Conferencia bianual del IIBA
International Institute for Bioenergetic Analysis. Sevilla, España, mayo
del 2007

Por: Lic. Ana Krsul y Lic. Liliana Dosoretz

Teniendo todo el tiempo como referencia el nombre del encuentro “Self y
Comunidad”, lo singular y lo social, el trabajo comenzó a armarse alrededor de
una problemática particular, que ambas hemos encontrado repetidamente en
nuestra consulta, con diferencias de graduación, pero siempre con momentos
dramáticos, desde la experiencia de nuestros pacientes.
La población a la que vamos a referirnos en el trabajo es la de mujeres
profesionales, jóvenes, en edad de armar un proyecto de maternidad
compatibilizado con las exigencias de proyectos laborales y profesionales, cada
vez más exigentes y demandantes.
Las edades de estas mujeres oscilan entre los 28 a los 43 años. Son de clase
media, y con una inserción laboral de medianamente a altamente eficiente.
Cuando estas mujeres se confrontan con el proyecto (o tan sólo la idea) de
armar una familia, casi siempre entran en estados de mucha angustia, alta
exigencia (así como funcionan en sus proyectos laborales), mucha dificultad en
el trazado de prioridades y a menudo, teniendo que enfrentar momentos de
confusión existencial.
Son mujeres que responden a modelos de crianza diferentes, pero que
presentan dificultades similares: la de encontrarse sin un bagaje emocional
suficiente para afrontar la experiencia de maternizar a otro ser humano.
Puede ser que estas chicas hayan sido criadas con alto nivel de presencia
materna, en general de bajísima calidad de contacto, y “acompañando a estas
madres” en sus frustraciones personales y de género. Observamos, a nivel
generacional, que son mujeres que crecieron “oponiéndose” a un modelo de
mujer que encarnó su madre o sus abuelas: la mujer ama de casa que
encuentra su realización en “la crianza de sus hijos”. Modelo que entra en crisis
a mediados de la década del 60, y que culmina con la revolución feminista de
los años 70’s. Completa el cuadro, padres dedicados casi exclusivamente a la
tarea de sostener materialmente, con escaso contacto con las necesidades
afectivas y emocionales de los hijos, y dejando vacíos al momento de
acompañar a sus mujeres en la crianza y construcción compartida de la familia.
O puede que el modelo de crianza al que respondan sea el de ser hijas de
madres profesionales con inserción laboral exitosa y con pocas horas de
dedicación hogareña. En general, estas jóvenes mujeres tienen una muy alta
valoración de sus propias mamás, confundiendo las cualidades maternizantes
con sus capacidades laborales y profesionales.
Sea como forma de oponerse a un modelo social opresivo, sea como modo de
reproducir un modelo identificatorio valorizado en su aspecto
profesional/laboral, estas jóvenes mujeres encuentran con mayor facilidad un
camino para su desarrollo en este último campo, que aquel vinculado a un
proyecto familiar. En este camino, encuentran muchas dificultades cuando
sienten que tienen que hacer frente a “la idea” de maternidad, muchas veces
vivida como otra exigencia social. Como si no encontraran las herramientas
que le permitieran afrontar esto de manera calma y confiada. Y también,
partiendo de la premisa que con el hombre se cuenta poco, y colocándolo a
priori a un lado. Pensamos, cuánto más aliviante sería dar crédito a la
capacidad sostenedora y a la mirada directa y aguda del varón, que podría
traer la seguridad esperada.
Son momentos en los que estallan en el consultorio niveles de angustia, quizás
nunca antes transitados por estas jóvenes, siempre sobre adaptadas a
situaciones de “eficiencia”. Estas últimas (situaciones laborales, de estudio,
etc.) pueden ser situaciones que no necesariamente requieren niveles de
integración emocional tan elevada y coherente como el necesario para traer a
otro ser al mundo, con el compromiso de acompañarlo en el camino de
“construirse ser humano”.
Volvemos a pensar en este punto: ¿por qué se nos impone esta temática? ¿Se
trata sólo de una cuestión cuantitativa? (cantidad de pacientes mujeres en esta
edad que llegan a nuestro consultorio) ¿o se trata de algo más personal?
Creemos que estas chicas hacen resonar en nosotras mismas, conflictos y
momentos vividos y resueltos de modo distinto. Hay algo de la temática que se
entrama con nuestro propio sufrimiento y que nos hace vibrar con este dolor y
con este momento de vacío de respuestas y de estrategias que ellas enfrentan.
Cuando exploramos aspectos vinculares profundos en estas pacientes, nos
encontramos invariablemente con:
* Personas que responden con terror al contacto íntimo
* Vacío de modelos para hacer frente a modos de estar y de ser que no
requieren de modos productivos activos (dejar de hacer para dar lugar al ser).
* Mucha soledad y vergüenza por no “poder” con esta situación. (Sentimiento
de inadecuación: Cómo yo no puedo?).
* Imposibilidad de entrega a sensaciones internas. Y mucho menos al
intercambio con el otro. Sólo hay seguridad si se aferran al mundo del
pensamiento e ideas.
En nuestro modelo de abordaje técnico, tenemos herramientas fundamentales
para explorar este tipo de problemática emocional que nada tiene que ver con
un adecuado funcionamiento intelectual:
* El cuerpo: el de nuestras pacientes y el nuestro propio como lugar de
resonancia emocional y como una herramienta perfecta para explorar
capacidades existentes, faltantes o potenciales.
*Todas las herramientas vinculadas a lo específico del trabajo corporal y
emocional que el Análisis Bioenergético tradicionalmente posee.
* Un modelo vincular donde el terapeuta es un regazo cóncavo y mullido, en
oposición al convexo duro y plano, para recibir la ansiedad del paciente y
ayudar a transformarla en calma.
El nivel de déficit de contacto emocional íntimo con otro semejante (como
trauma primario, como déficit de función maternante), en estas pacientes puede
ser tan elevado que nos hemos encontrado muchas veces funcionando con
niveles de involucramiento personal más próximos al lugar de mamás que
acompañan, que al de terapeutas trabajando sobre el concepto de conflictos
latentes.
Añoraríamos tener un modelo social que funcionara a la manera de
organizaciones más antiguas, en donde el grupo social era soporte de las
experiencias de vida de cada integrante del grupo. Añoraríamos que “un
consejo de mujeres grandes” (esto es, sabias) pudiera funcionar para dar
soporte a estas jóvenes que sienten tanto vacío y soledad.
Venimos de un país sudamericano (esto es, básicamente pobre) pero
globalizado. Es un país con niveles de desigualdad social muy marcada.
Sabemos que el lugar de la producción no es sólo valorado socialmente, sino
que es un lugar vital, porque no es lo mismo estar dentro del sistema
productivo que fuera. Esto agrega otro punto de tensión y de exigencia en
estas mujeres jóvenes. No sabemos si esta dimensión vinculada a la
producción económica está presente en la población europea, y/ o de qué
modo. Pero sabemos que el modelo de producción neoliberal, presente en
nuestro continente desde principios de la década del 90 sostiene y reproduce
sus propios modos de padecimiento emocional.
La falta de garantías civiles dadas por el nivel de violencia infrenable (“la vida
no vale nada”); la falta de garantías a nivel económico financiero (venimos de
un país en donde los gobiernos pueden decidir “apropiarse” de los depósitos
bancarios de sus ciudadanos, para “garantizar la seguridad” de una minoría); la
falta de garantías judiciales al no clarificar situaciones de accionar terrorista; el
Estado con sus gobiernos como figuras de las que hay que cuidarse para no
ser manipulados, generando desconfianza y sensaciones de alerta constante ;
la altísima “desorientación” de los adultos en cuanto a poder pararse como
guías y responsables por las vidas de sus hijos, pueden producir y/o reforzar
conductas de aislamiento, de “estar solos en el mundo”, de tener que ser los
garantes de la propia vida, de “tener que poder con todo”. Aun sin recursos
propios. Decíamos que el modo de producción social sostiene y reproduce
patología. Lo general abarca lo singular.
Cuando recibimos y alojamos (como metáfora de útero) en nuestros
consultorios a algunas de estas chicas, sabemos que vamos a encontrarnos
con una problemática por déficit de construcción y de sostén narcisista
primario. Déficit de construcción del self.
Tenemos todas las herramientas de pensamiento que ya describimos (y otras)
para no juzgar a esas mamás que no pudieron en su momento con la tarea de
maternizarlas y ofrecerles un entramado seguro que las sostuviera en un lugar
más real que el propio “esfuerzo”. Tenemos todas las herramientas corporales
y vinculares que nuestra técnica nos ofrece para construir lo que no está
construido. Y también para sanar lo que está dañado.
Nos preguntamos: ¿cómo esta problemática aparece en otros países
latinoamericanos y en el continente europeo, con sus propios “padeceres
sociales”?.
Relato de la experiencia corporal/vivencial:
Como nos interesaba poder bajar a la “realidad”, de algún modo todas estas
ideas, es que nos comprometimos con una presentación doble:
Queríamos poder compartir con colegas de otros países nuestros
pensamientos y nuestras realidades, y aportar una forma concreta de
propuesta de trabajo corporal, tal como nosotros lo concebimos. La
propuesta en la cual el trabajo se desarrolló fue de mucha suavidad, calma,
tiempo y disponibilidad del lado de la coordinación. El ambiente de trabajo fue
en todo entonado y acorde a la propuesta.
Después del primer momento pasamos a una propuesta de trabajo vincular,
esto es, de a dos. El ambiente que del lado de la coordinación habíamos
podido crear fue rápidamente reproducido en cada una de las parejas de
trabajo. Pudimos observar como se entregaban a una situación de:
- Apaciguamiento
- Entrada en contacto con el otro
- Creación de un espacio en común de confianza y relajación
- Disfrute y exploración de dicho espacio
- Creación de una propuesta en común en donde algún cambio significativo los
participantes pudieron registrar, como efecto del trabajo total.
Las devoluciones e ideas que fueron surgiendo del mismo grupo al final del
trabajo, nos fue conduciendo a la creación de una propuesta en donde los
participantes pudieran registrar algún cambio significativo como efecto del
trabajo total .

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