2 de mayo de 2012

¿El cerebro tiene sexo?

REDES– 434 El cerebro tiene sexo 
Louann Brizendine
Entrevista SONO Maya Busqué
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Eduard Punset:
La gente dice que la realidad neurológica de las mujeres las hace más variables, más temperamentales, con más cambios de humor que los hombres. ¿Es verdad? ¿O es simplemente una idea errónea?
Louann Brizendine:
A veces es importante recordar que todos empezamos, en el momento de la concepción, hasta las 8 semanas de vida fetal, con circuitos cerebrales de tipo femenino, aunque las mujeres tengan, genéticamente, cromosomas sexuales XX, y los hombres XY… genéticamente somos distintos, pero los circuitos cerebrales son los mismos hasta las 8 semanas de vida fetal, cuando los diminutos testículos del feto masculino empiezan a liberar enormes cantidades de testosterona, que «impregnan» los circuitos cerebrales con testosterona, y los transforman del tipo femenino al tipo masculino. De esta manera, por ejemplo, el centro cerebral que denominamos técnicamente la zona del «impulso sexual» dobla su tamaño en el cerebro masculino y, por supuesto, cuando nacemos todos tenemos o bien circuitos masculinos o bien circuitos femeninos, lo que significa que ciertas zonas del cerebro masculino son más grandes. Como el cerebro femenino no se ha visto expuesto a tanta testosterona, las niñas nacen con circuitos femeninos en los que algunas zonas son más grandes, y otras más pequeñas que en el cerebro masculino.
Eduard Punset:
Ya veremos de qué zonas se trata. Pero es fantástico pensar que, como dices, todos los fetos, todos los embriones, son al principio femeninos, a no ser que pase algo a partir de la 8ª semana. Y dices que pasa alguna cosa.
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Louann Brizendine:
Sí. Pero bueno, en los hombres con cromosoma Y, el feto acaba teniendo un gen denominado SRY…
Eduard Punset:
Sí.
Louann Brizendine:
…que es el gen responsable de la masculinidad, por así decirlo, y luego los testículos incrementan las células que fabrican la testosterona.
De modo que sí, todos los científicos saben ahora que la «forma biológica por defecto» en la naturaleza es la femenina.
Eduard Punset:
Exacto.
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Bloque 2
Eduard Punset:
En cierto modo, lo que sugieres es que el cerebro femenino (ahora lo aceptamos, nos ha costado mucho tiempo asumirlo) se debe básicamente a flujos de hormonas, que de repente aparecen, una hormona en lugar de otra… ¿Es así? Ésa es la diferencia básica, realmente: lo que nos hace distintos.
Louann Brizendine:
De hecho, lo que sabemos es que el cerebro de hombres y mujeres es muy, muy similar: compartimos, por supuesto, más del 99% de nuestro ADN, y los genes son iguales en hombres y mujeres, pero las mujeres tienen dos X, y los hombres sólo tienen una X y, por supuesto, el pequeño cromosoma Y, ¡que sin embargo es el responsable de diferencias en TODAS las células del cuerpo! Una persona tiene genes masculinos, o bien femeninos. Es importante saberlo, ¡porque de ahí surgen algunas de las diferencias en los circuitos cerebrales que justo ahora empezamos a entender! Y todos nosotros, al nacer, tenemos circuitos neuronales masculinos o femeninos. Además de esto, hay un período muy interesante que denominamos pubertad infantil: tras el nacimiento, la testosterona en los bebés de sexo masculino aumenta muchísimo durante los primeros seis o nueve meses.
Eduard Punset:

Louann Brizendine:
Y luego se ralentiza de nuevo… mientras que, en las niñas, se produce una pubertad infantil que dura hasta 24 meses, hasta los dos años, y los ovarios
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liberan mucho estrógeno al cerebro. Es un período nuevo del que todavía no sabemos muchas cosas, sobre todo en lo referente a las consecuencias conductuales, porque es difícil hacer que una niña de dos años se esté quieta en un escáner o resonancia magnética…
Eduard Punset:
¡Claro!
Louann Brizendine:
No se puede… podemos hacer que se duerma, pero no podemos observar su cerebro haciendo nada distinto. Nos costará algún tiempo dar con la manera de mantener tumbada y quieta a una niña de 1 ó 2 años en un escáner cerebral. Pero, por supuesto, hace unos 30 ó 40 años que sabemos que hay diferencias conductuales específicas de cada sexo en las conductas de juego. Por ejemplo, los niños normalmente juegan a juegos bruscos y de peleas, mientras que las niñas juegan a juegos más fantasiosos, en los que se asignan roles, del tipo « tú serás el médico y yo el paciente» o: «tú serás la mamá, y yo el papá, o el bebé»…
Eduard Punset:
Son capaces de ponerse en el lugar del otro, ¿no?
Louann Brizendine:
Tienen juegos fantasiosos… los niños también, pero su fantasía es más bien del tipo: «soy un superhéroe que lucha contra el enemigo», ya sabes. Y eso a pesar de que, en mi generación, las feministas que estudiamos en los 70 en la Universidad de California, Berkeley, cuando teníamos 20 años, decíamos que les daríamos a nuestros hijos juguetes sin marcas de sexo…
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Eduard Punset:
Es verdad.
Louann Brizendine:
Y que, por lo menos nosotras, las mujeres, queríamos criar a niños que fueran más sensibles… ése era nuestro objetivo. Por supuesto, cuando mi hijo tenía 4 años, le di una Barbie, una de esas muñecas con las piernas tan largas… ¡pero le arrancaba las piernas y las usaba como lanzas! [risas] en lugar de jugar con ella. Y los distintos juegos por sexos surgen en todas las culturas: en todos los lugares del mundo hay constancia de distintas conductas de juego en niños y niñas.
Eduard Punset:
También reaccionan de un modo distinto a las caras, al parecer.
Louann Brizendine:
Sí. Es uno de los temas interesantes que empezamos a estudiar en la pediatría del desarrollo, o la psiquiatría infantil: analizamos a niños y niñas muy jóvenes, para ver hasta qué punto reaccionan de una manera distinta en muchos aspectos.
Eduard Punset:
Antes de que la cultura haya entrado en juego…
Louann Brizendine:
Sí. Una de las cosas que es importante recordar en lo referente a la cultura, al eterno debate entre lo innato y lo adquirido, es que en mi universidad, la
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Universidad de California, San Francisco, hace unos 15 años, Michael Merzenich hizo un experimento con cerebros de monos, y descubrió cuáles eran las neuronas que controlaban el dedo índice. Registró lo que sucedía con esas neuronas. Y luego extirpó el índice a algunos monos, y en dos semanas, las células de ese dedo ya estaban reasignadas (¡en dos semanas!) y controlaban el dedo corazón.
Eduard Punset:
¿Qué controlaban, perdona?
Louann Brizendine:
Controlaban este dedo, el corazón.
Eduard Punset:
Vaya....
Louann Brizendine:
Y esto es importante… algo tan pequeño como eso, con semejantes consecuencias en tan sólo dos semanas… sucede algo en el entorno, algún acontecimiento… sufrimos algún trauma, o perdemos una extremidad, o nos pasa algo malo… o incluso nos sucede algo bueno… y el cerebro reasigna las células cerebrales… no nacemos sabiendo tocar el piano, ¿sabes?
Eduard Punset:
¡Exacto! Y lo adquirido, realmente, puede afectar a lo innato...
Louann Brizendine:
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Lo adquirido se plasma en los circuitos cerebrales.
Eduard Punset:
¡Increíble!
Louann Brizendine:
El debate sobre lo innato y lo adquirido está, por tanto, muerto: lo innato y lo adquirido son en realidad lo mismo. Toda la conducta procede del cerebro. Y el entorno, los cambios en lo adquirido, ¡se codifican en realidad en las células del cerebro!
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Bloque 3
Eduard Punset:
Louann, si suponemos (y es difícil suponerlo, a veces) que hay partes específicas del cerebro consagradas a actividades específicas, a campos concretos o a conductas, de tu investigación se desprende que las zonas del cerebro destinadas a la actividad sexual, las relaciones sexuales o la agresividad, son mayores en el cerebro masculino, mientras que las destinadas a escuchar y… ¿a qué más? A la empatía (la capacidad de ponerse en el lugar del otro) son mayores en las mujeres. ¿Es esto correcto?
Louann Brizendine:
A veces, cuando pensamos en el cerebro, como está en el cráneo, está ahí dentro de nuestro cráneo, nos cuesta entender que, si lo pudiéramos ver desplegado, observaríamos que tiene muchas zonas muy pequeñas, que son como miniórganos dentro del cerebro. Sin duda, si miramos la zona del estímulo sexual, veremos que es de 2 a 2,5 veces más grande en el cerebro masculino, por ejemplo…y, por supuesto, en la pubertad, cuando los chicos tienen entre 9 y 15 años, los niveles de testosterona empiezan a aumentar y se multiplican por veinticinco (¡y multiplicarse por 25 en biología es una cifra enorme!), así que esta testosterona empieza a activar los circuitos masculinos de estímulo sexual: los jóvenes empiezan a tener fantasías sobre partes del cuerpo femenino y sobre la actividad sexual. Manifiestan su conducta sexual a través de fantasías sobre la mujer. Es importante recalcar que esto no implica que el cerebro femenino haga que la mujer no esté también interesada en el sexo, ¡por supuesto que lo está! La sexualidad de las chicas también cambia en la adolescencia a medida que se incrementa el estrógeno en el cerebro, y también, un poco, la testosterona… pero lo que las chicas empiezan a desear es resultar
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sexualmente atractivas para los hombres, ¡en todas las culturas! La adolescente pasa mucho tiempo frente al espejo, de compras… el autoadorno aparece en todas las culturas… pensemos en algunas tribus africanas, en las que las chicas se mueren de ganas de llegar a la pubertad para alargarse los lóbulos de las orejas… o los labios… lo que corresponda a su cultura. O pensemos en las imágenes o tatuajes en la cara, que en ciertas culturas se consideran un símbolo de belleza, para atraer la atención de los hombres hacia la mujer, así que las jovencitas de todas las culturas hacen lo que resulte adecuado en su cultura para atraer al sexo opuesto. No es que lo provoquen los medios de comunicación, ¿sabes? Los medios de comunicación nos inundan de imágenes que nos instan a ser atractivas, pero estos circuitos son naturales en el cerebro femenino para expresar la sexualidad, especialmente antes de la ovulación. Ése es el momento en el que las mujeres coquetean más para intentar atraer el interés de los hombres hacia ellas. A veces las propias mujeres no se dan cuenta, o tal vez sí, tal vez se percaten de que se ponen un poco más de pintalabios ese día, o coquetean un poco más para intentar interesar a un hombre. El momento de mayor estímulo sexual de la mujer se sitúa en torno a dos días antes de la ovulación, así lo ha diseñado la Madre Naturaleza.
Eduard Punset:
Sí.
Louann Brizendine:
Para que nos sintamos tentadas a practicar el sexo y quedarnos embarazadas… para que haya esperma aguardando cuando salga el óvulo.
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Eduard Punset:
Volvamos a algo que preocupa a los hombres y las mujeres por igual. Me refiero al tema del estrés, el impacto del estrés. Tu investigación conduce a algo muy interesante: sugieres que el estrés afecta de una manera distinta al cerebro femenino y a la conducta femenina. Se hizo un experimento, si no recuerdo mal, con cabras, con las crías de cabras que habían alcanzado niveles altísimos de estrés, pobrecitas, y las repercusiones del estrés de la madre fueron mayores entre las cabritas que entre los cabritos. ¿Es verdad?
Louann Brizendine:
Se trata de un estudio fascinante, cuyas implicaciones no terminamos de entender, según el cual si la cabra estaba estresada, ¡sus crías hembras se sentían mucho más ansiosas y nerviosas que las crías machos! De modo que, en parte, el estrés maternal durante el embarazo (por lo menos en las cabras, deberemos estudiarlo con humanos, por supuesto) se transmite de un modo distinto a las cabritas que a los cabritos. Además, gracias a la investigación realizada con roedores, concretamente con ratas, por Michael Meanny en Canadá, sabemos que hay rasgos adquiridos de cuidado maternal de las crías que se pueden transmitir genéticamente, y esto afecta la conducta de tres generaciones… por ejemplo…
duard Punset:
¡Es increíble!
Louann Brizendine:
Lo más fascinante del estudio es que si tenemos a una madre con tendencia a lamer mucho a las crías, por ejemplo, y a otra madre que no lame tanto a
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sus crías, y ambas tienen una camada de 6 crías cada una… tomamos 3 de las crías de la madre con poca tendencia a lamer a sus crías y las ponemos bajo el cuidado de la otra madre (se adaptarán rápidamente), y luego tomamos 3 crías de la madre que lame mucho a sus crías y se las damos a la otra… esto se conoce como «experimentos de intercambios de crías». Pues bien, dejamos que las ratitas crezcan. Cuando las hembras tengan crías a su vez, lo interesante es que las nacidas de la madre con poca tendencia a lamer a las crías…
Eduard Punset:
Las que no han sido lamidas…
Louann Brizendine:
Que se criaron sin embargo con la madre con tendencia a lamerlas, en realidad acaban lamiendo mucho a sus crías también. Y las que nacieron, genéticamente, de una madre que lamía mucho a las crías, pero se criaron con una madre poco propensa a lamer a su camada, tampoco lamerán a sus crías.
Eduard Punset:
¡Increíble!
Louann Brizendine:
No seguirán a sus genes, no harán lo que les dicten los genes. Así que se trata de un descubrimiento interesante que sugiere que hay cambios reales en la metilación del ADN, que se transmiten a las crías durante tres generaciones.
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Eduard Punset:
Hasta ahora hemos hablado de cabras y ratas, pero recordemos lo que sucede con las mujeres en este sentido. Se ha dicho, no sé si es verdad, que si los hombres están estresados o preocupados, siguen pudiendo hacer el amor, no pasa nada. En cambio, las mujeres, para sentir un orgasmo pleno, no pueden estar estresadas ni preocupadas. Si están preocupadas, tendrán más dificultades para llegar al orgasmo en una relación sexual.
Louann Brizendine:
Hay algo interesante relacionado con el hecho de que el estrés repercute de una manera distinta según el sexo de la persona: sabemos que, en realidad, cuando los hombres están estresados tienen un mayor apetito sexual. En cambio, si las mujeres están estresadas, su interés sexual disminuye. Para los biólogos evolutivos, esto se debe a que el macho solamente debe depositar el semen, el esperma, y luego marcharse; mientras que la mujer debe sobrellevar el embarazo… y si siente que el entorno es demasiado estresante para quedarse embarazada, en nuestros antepasados, en la Edad de Piedra, tal vez eso significaba que no había suficiente comida para mantener el embarazo y tener el niño, ¿sabes? Así que, según esta hipótesis, el apetito sexual femenino se reduce en condiciones de estrés, porque el cuerpo y el cerebro no perciben que el entorno sea seguro.
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Eduard Punset:
Una última pregunta, que seguro que preocupa a todos los teleespectadores, o por lo menos a la mayoría de ellos: me refiero a esto que los franceses llaman «coup de foudre», el amor por pura casualidad: cuando vemos a alguien y nos enamoramos perdidamente de esa persona.
Louann Brizendine:
Te refieres al amor a primera vista. ¿no?
Eduard Punset:
Exacto: el amor a primera vista. ¿Hay alguna base biológica que lo justifique, o es una mera ficción?
Louann Brizendine:
Me parece que el tema del amor a primera vista, de quién nos enamoramos o por quién nos sentimos sexualmente atraídos, es muy interesante en el estudio del cerebro. Sabemos, por ejemplo, y así lo han corroborado los estudios, que si vemos a alguien que físicamente es muy simétrico…
Eduard Punset:
¡Eso es!
Louann Brizendine:
… o con movimientos corporales muy fluidos (se ha hecho un estudio nuevo en el se observaba a varias personas bailar, por ejemplo), resulta que si bailan de un modo muy equilibrado, eso es mucho más atractivo e interesante sexualmente para nuestro cerebro, que se activará más. Es
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habitual creer que el amor a primera vista pertenece a la esfera de la literatura fantástica, pero pese a todo puede activar partes muy específicas del cerebro que nos dicen: «¡ahí está!». No se trata de algo que pienses, sino de algo que sientes, es como una sacudida en el cerebro… mi marido y yo a veces nos reímos, porque no sólo implica lo visual, sino el tacto… el sentido del tacto, del oído, las feromonas y el sentido de la vista trabajan conjuntamente cuando vemos moverse a alguien, porque no sólo miramos su rostro, sino que observamos cómo se mueven todas las partes de su cuerpo. Así que hay una parte de todos nosotros que se siente especialmente atraída por esa persona, sea quien sea, por la que experimentamos atracción sexual.
Eduard Punset:
…porque está codificado biológicamente. De hecho, tú lo dices de una manera muy elegante, dices algo así como que «la biología es el destino». Es más destino de lo que solemos creer. Eso crees, ¿no?
Louann Brizendine:
Bueno, creo que es importante recordar que ni los circuitos cerebrales ni las hormonas nos convierten en lo que somos: no crean nuestro yo; aunque el yo surge de la actividad del cerebro, por supuesto. Las hormonas nos hacen tender hacia cierta conducta, pero no necesariamente hacen que dicha conducta tenga lugar. Así que el destino de la biología es como una base: es bueno tener nuestros circuitos cerebrales, y nuestra corteza alberga todo tipo de pensamientos y reflexiones, cada vez nos volvemos más cultos, aprendemos más… esto repercute sobre nuestro sistema límbico, por ejemplo, y cuando las hormonas actúan con fuerza, nos predisponen a ciertas conductas. Nuestra corteza puede escoger cuál de estas conductas
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activar. Es decir, la biología no marca totalmente nuestro destino, pero sin duda nos predispone hacia ciertas conductas, pensamientos y sentimientos.

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