Los
zoólogos parecen tenerlo claro. En el mundo animal, en los mamíferos
superiores, cuando un animal pierde su lugar en el sistema jerárquico de
la manada, cuando es rechazado, entra en situación de estrés, enferma y
muere. No tener un lugar, no poder desarrollar una identidad definida
le hace entrar en un estrés interno que le enferma. Sin embargo, este
proceso que para los zoólogos aparece tan claro, cuando se trata de
humanos suele comprenderse solamente en el plano teórico. Solemos
olvidar que somos animales mamíferos
El estrés enferma, el estrés mata
Mata
a fuego lento. Las hormonas y neurotransmisores que se segregan en una
situación de estrés, tensan los músculos, dificultando todo tipo de
circulación, estimulan el cortex cerebral y el corazón, actúan sobre la
función hormonal y condicionan la recarga de nutrientes. Cuando se
vuelve crónico, queda poco espacio para la recarga y el sistema de
defensa, con el tiempo, se agota. Es un estado que no puede ser
mantenido indefinidamente. Sin embargo l@s human@s, mantenemos ¡tantas y
tantas veces! situaciones de estrés durante ¡tanto, y tanto tiempo!... y
nos sorprendemos cuando nuestro organismo empieza claramente a dar
señales de alarma.
Entonces nos fijamos en el síntoma y estudiamos
nuestro cuerpo a trocitos; para así ir mitigando cada uno de sus
efectos. Sin embargo la solución está en abrir los circuitos cerrados,
buscar las causas y encontrar la forma de resolverlas o evitarlas.
Pero
el proceso puede, a veces, ser difícil y lleva tiempo; sobretodo cuando
este estrés es emocional y las causas que lo provocan son difíciles de
detectar por una misma; o bien si proviene de mecanismos y
condicionamientos aprendidos muy atrás, en la infancia y que, al no ser
resueltos, continúan actuando. Mientras tanto, mientras buscamos sus
orígenes, es posible disminuir sus efectos destructivos utilizando
simples métodos para cortar la subida del estrés.
Y, aunque nada
sustituye la resolución de los problemas, parar la espiral de estrés
permite tener la cabeza más lúcida y los sentidos menos embotados,
permitiéndonos, así, ver y sentir con más claridad. Y cuando la subida
del estrés provoca síntomas tan omnubilantes como la opresión, las
crisis de pánico, las taquicardias etc… puede, en estos momentos,
resultar muy importante tener una herramienta de ayuda que sea eficaz y
no dependa más que de una misma.
Tres son los métodos de autoayuda
que voy a proponer aquí. Pueden utilizarse juntos o por separado,
dependiendo de las circunstancias y la facilidad de cada una.
1. La salivación
De
las dos funciones, en balanza, del sistema neurovegetativo, es la
simpaticotonía la que predomina durante el estrés. Es la función que
prepara nuestro organismo para la defensa o la huída. La salivación es
una función del parasimpático, la otra polaridad de la balanza. Por lo
tanto si logramos activar esta función el resultado no es solamente
local sino que induce a la balanza neurovegetativa a inclinarse hacia
este segundo polo. Éste es el polo de la digestión, de la asimilación de
nutrientes, del funcionamiento hormonal. Del relajamiento mental.
La
salivación, además, también ayuda a bajar el nivel de acidez del cuerpo
que el estrés produce. Nuestras glándulas salivares están situadas en
el fondo de las mejillas aproximadamente debajo de los oídos unas, y
debajo del mentón la otra.
Pasos a seguir para activarlas:
1º.visualizar, sentir o imaginar la presencia de estas glándulas.
2º.Intentar
relajar esas zonas como si quisieras dejar espacio para que puedan
funcionar sin presión y segregar saliva Las puedes visualizar como si
fueran esponjas que van dilatándose y ablandándose. Como si abrieras el
paso de una fuente. Relajar la lengua, dejándola ocupar mucho espacio en
la boca, te ayudará.
3º.intentar sentir o imaginar saliva fluida en la boca:
- Sentirla tapizando el interior de las mejillas.
- Envolviendo las encías.
-
Envolviendo la lengua. Si has logrado llenar tu boca de saliva fluida,
en este momento habrás conseguido invertir la función del sistema
neurovegetativo.
El estrés provoca otro tipo de
saliva, seca y pegajosa. Por eso, la salivación no debe forzarse. Se
consigue mediante el soltar, la apertura, el dejar fluir; lo que
requiere una actitud diferente que el obligar, el hacer. Si el intento
se convierte en un apremio, provocaremos más bien una saliva simpática.
Nuestra boca debería estar húmeda la mayor parte del día. Aunque no sea
la panacea, ayuda a mantenernos en un estado de calma y de claridad y a
conservar nuestro organismo en mejor estado de funcionamiento. Y podemos
así, guardar los sistemas de alarma para cuando sean realmente
necesarios. Para muchas, esto implica cambiar una dinámica; porque, sin
darse cuenta, muchas personas utilizan el estrés para estimular su
cortex cerebral (es una de las funciones del estrés) y poder pensar,
así, con más rapidez.
Cuando la hayas practicado durante un corto
período, verás como la salivación se estimula cada vez de forma más
rápida. Finalmente bastará que pienses en ella. Será entonces cuando
resultará fácil utilizar este sistema en los momentos difíciles.
2. Canalización energética al Hara
El
Hara es un centro energético situado en el centro de la pelvis, más o
menos tres dedos debajo del ombligo. En muchos métodos de meditación es
considerado como centro de estabilidad, serenidad y calma. Desde un
punto de vista energético y según las teorías reichianas es el centro,
donde a los tres años aproximadamente, debería anclarse la energía,
siguiendo el ritmo de la maduración del sistema nervioso. Esto suele ser
así, si, hasta entonces, el desarrollo armonioso no ha sido demasiado
perturbado por carencias o traumas. Desde un punto de vista físico,
también es un lugar de equilibrio puesto que aquí se sitúa el centro de
gravedad de nuestro cuerpo. Y, al nivel fisiológico, encontramos en el
punto del Hara el centro de la vida: el útero en las mujeres y la
próstata en los hombres.
Sin embargo, la tendencia
al reflujo de la energía hacia la cabeza, ausentándonos, de alguna
forma, de nuestra pelvis, es un mecanismo de defensa muy común. Es una
experiencia que casi todas hemos vivido, con más o menos frecuencia, más
o menos conciencia, en situaciones de estrés, de esfuerzo, o de intensa
emoción contenida. Una forma de desconectar de la intensidad de los
mensajes que los sentidos nos mandan. Para muchas, es conocida esta
sensación de presión o calor en la cabeza o en el cuello, e incluso la
pérdida de la conciencia de la presencia del resto del cuerpo. Y, esta
tendencia que es visible en una lectura corporal, para algunas se ha
convertido en algo estructural, en un hábito defensivo tan habitual que
ya no se reconoce. Por esto, al disminuir la presión puede producirse, a
veces una sensación de mareo debida a la descompresión. Una forma de
bajar esta tensión, de redistribuir esta presión, que se intensifica en
las situaciones de estrés, será aprender un sistema que nos ayude a
buscar, de nuevo, la bajada del movimiento energético hacia la pelvis.
Lo que llamo la respiración en el Hara es uno de ellos. Aunque se puede
utilizar estando en cualquier posición, en cualquier situación, para el
aprendizaje, será mejor buscar una posición en la que puedas estar
relajada: sentada o acostada.
1º paso: llevar la
conciencia a la percepción de la presencia de la pelvis (nalgas,
vientre, caderas, genitales, ano, órganos). Será más fácil percibirla en
el momento de la espiración, porque es el momento de mayor
sensibilidad.
2º paso: visualizar, imaginar, en el interior de la
pelvis, y de izquierda a derecha, de una cadera a la otra, algo parecido
a un muelle o un acordeón.
3º paso: respirar imaginando, al revés
de lo que espontáneamente surgiría, que este muelle o acordeón se abre y
se expande hacia los lados en la espiración (salida del aire), y se
recoge de nuevo hacia el centro en la inspiración (entrada del aire).
Cuanto más prolongados y menos forzados, sean los movimientos
inspiratorio y espiratorio, más eficaz será.
Este movimiento
reproduce el movimiento de expansión -contracción de la energía. No es
tanto un movimiento muscular, sino más bien un movimiento energético,
poco visible desde afuera. Si el estrés es tan intenso, que no permite
ninguna concentración, sirve también simplemente imaginarlo, y, aún,
inducirlo, si ya se ha practicado, reproduciéndolo con las manos sobre
el vientre.
3. Apertura del punto vago
Este
punto, que he llamado el Punto Vago, está situado en su localización
más externa en lo que se llama la fosa supra- esternal y que es el hueco
que podemos tocar cuando termina el hueso del esternón, en la parte
anterior del tórax, antes de empezar el cuello. Este punto que por su
situación está en relación con músculos, vasos y nervios muy
importantes, tiene la particularidad que al abrirse y soltarse tiene
repercusiones en casi todo el organismo.
El que esta zona esté más
o menos hundida, con más o menos tensión interna, interesa a casi todas
las funciones del cuerpo. Uno de los efectos logrados, al soltar el
exceso de tensión en esta zona, es la relajación de un músculo profundo
llamado Constrictor Faríngeo, y la liberación de la presión sobre los
troncos de dos nervios muy importantes a la hora de disminuir los
efectos del estrés: el largísimo nervio neurovegetativo, el Vago, que
inerva las vísceras y el Nervio Frénico que inerva el diafragma.
Lograr
soltar la tensión en esta zona puede producir unos efectos muy
importantes como, entre otros, liberar la respiración y a la vez cambiar
la polaridad del neurovegetativo sobre las vísceras. Oponiendo la
función vagotónica (de recarga y relajación) a la simpaticotónica (de
defensa y acción). Y, hay una forma relativamente simple de conseguirlo.
1º paso: buscar el hueco supraesternal. Colocar en él la yema de un dedo.
2º
paso: en la espiración, empujar suavemente la yema del dedo con los
músculos del interior de la fosa supraesternal. Este pequeño movimiento
debe ser muy local y hacerse con la menos fuerza posible; más bien con
la concentración y la conciencia. Debemos sentir que se activa un
pequeño músculo que está bajo el dedo. Sin que participen en este
movimiento los músculos de la cara, de la nuca o de los hombros. Se
trata de una apertura, no de un esfuerzo. Aunque, en caso de estrés
acentuado se hace, de inicio, de la forma que sea posible.
3º
paso: Aunque este pequeño movimiento puede lograrse en cualquier
situación, si lo ejercitas en una posición relajada, sentada o acostada,
concentrándote un poco en sentir su efecto en la espalda, la
respiración y las vísceras, su alcance será aún mayor. De esta forma
podrás comprobar con facilidad como su acción llega hasta el Periné
(musculatura de la entrepierna).
El concepto básico en estos
métodos es abrir, dejar fluir y permitir que el proceso se haga. No
tanto esforzarse y hacer sino estar concentradas en la atención y la
intención.
En Diafreo utilizamos estos métodos
como complementarios a un trabajo de estiramiento de las cadenas
musculares, de localización de bloqueos y tensiones y de liberación de
sus significados y expresión. Sin embargo estos procedimientos, que en
principio expongo aquí como una medida de urgencia, practicados con
constancia, pueden llevar también a un cambio dinámico que se podrá
apreciar en la musculatura, en el funcionamientovisceral, en la
circulación energética y en la liberación de los sentidos. Y con todo
ello tener una percepción menos condicionada de nosotras mismas y de la
realidad que nos envuelve.
Estas prácticas pueden resultar útiles
también como complemento a cualquier tipo de terapia, bien sea verbal o
corporal y en las técnicas de meditación, pues facilitan el acceso a un
estado de conciencia más perceptivo.
Malen Cirerol
Terapeuta de diafreoterapia